sábado, 22 de octubre de 2011

UNIDAD IV: LEWKOWICZ Y COREA (Desarrollo I)


LEWKOWICZ Y COREA ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez
CAP 1. Nacimiento de una hipótesis
Nuestra hipótesis no es una hipótesis sobre los hechos, sino sobre el modo en que se construyó el sentido de un caso en el funcionamiento de los medios.
El análisis del discurso massmediático nos depararía una sorpresa: el problema no residía en el modo en que el discurso trataba al caso de la infancia asesina, sino que el fundamento de los medios en este caso era un síntoma de otra cosa.
Los medios masivos eran el discurso en que hacia síntoma un problema de envergadura histórica: algo en la infancia había cambiado. Tanto, que quizás había dejado de existir.
La infancia asesina como caso mediático :La repetición de casos corrobora la existencia de la ley. Por este camino, solo encontraremos respuestas numéricas al problema, pues cada caso confirma la ley: crecen los índices, crecen los casos, crecen las estadísticas. No cabe duda: vivimos en un mundo cada vez más violento.
Es necesario construir otro punto de vista para leer el problema. El cambio de perspectiva tiene que ser radical. El caso de la infancia asesina no será un índice más de la violencia infantil, que a su vez es un índice de la violencia social, sino un síntoma del discurso de los medios.
Cualquier universo que suponga las significaciones tradicionales de la infancia se verá perturbado.
Para situar conceptualmente el estatuto actual de la infancia, es necesario retomar la relaciones entre la infancia y el delito que establece el discurso mediático.
El tema del delito infantil llega al consumidor de medios masivos. La frecuencia con que el tema es tratado le indica que la crisis de la infancia es uno de los efectos nefastos de la actual política económica, que es un índice más del crecimiento de la violencia social que caracteriza a las grandes urbes posmodernas, que estamos ante la crisis de los valores o de los modelos, etc. La lematización mediática va en aumento, al ritmo también creciente de la estadística de los casos.
Simple identidad entre la causa y el efecto: la violencia infantil es una expresión más de la violencia social general. La violencia engendra violencia, la causa y el efecto son idénticos.
¿Cómo abandonar este camino? La estrategia consiste en considerar el delito infantil no ya como simple expresión de una causa idéntica aunque mayor sino como síntoma del universo del discurso mediático.
Los casos de delincuencia infantil, por lo tanto, son casos mediáticos y no de otra naturaleza. Esto significa que no existe relación entre la realidad y los medios. Lo que pasa es que hay que establecer cómo es la relación del discurso con los hechos que significa.
CAP 2. El discurso massmediático y su crítica
Lo que sucede con el discurso de los medios: lo que no está en la tele no existe. El principio de realidad social es la actualidad mediática. La realidad social actual es inconcebible sin los medios.
En principio, los medios presentan el problema de la infancia como una fórmula de carácter general: “crisis de las instituciones”. El discurso asevera: “Vivimos la época de los cambios. Cambia la familia, cambia el rol de la mujer, cambian las relaciones de pareja. Es natural entonces que la infancia cambie, ello no es mas que una consecuencia de aquellos cambios mas generales.
Se produce y circula entonces una especie de máxima ideológica, que denominaremos ideologema mediático: de la premisa general del cambio, se infiere la crisis de la infancia como un caso particular.
Estatuto del discurso mediático: Una de las características actuales de la reproducción masiva de enunciados es su régimen de totalización: se puede y hay que decirlo todo, opinar de todo, mostrarlo todo, verlo todo. Resulta sumamente difícil, si no imposible, constituirse como sujeto social sin ser participe de la actualidad mediática.
Se registra la existencia de dos infancias: una infancia peligrosa, la de los sectores populares, una infancia en peligro, la de los sectores burgueses. Las prácticas de control y asistencia se ejercen sobre la primera, gobernadas por la noción de prevención; la educación y la protección están destinadas a intervenir sobre la segunda.
La asistencia institucional a la familia y a la infancia ejercida con criterio cualitativo determinó la educación de los sectores medios de la población entre los siglos XVIII y XIX. Por su parte, la gestión sobre las clases inferiores se llevo a cabo sobre los criterios cuantitativos: estadísticas, estudio de casos, etc.
A partir de los índices estadísticos se construyen clases: delincuencia infantil, maltrato infantil, abuso de menos, etc.
La prevención es el objetivo estatal sobre los sectores medios, se produce mediáticamente por la vía del comentario a través de los consejos, los análisis sociológicos, los informes, e investigaciones especiales. El control y la vigilancia, por su parte, se manifiestan por la vía del relato: un caso confirma la regla que organiza la serie.
El tratamiento de la cifras es un rasgo que las dos líneas del tratamiento aludidas comparten.
Examinaremos con qué procedimientos el discurso traza el límite interior/exterior que determina lo que es central y lo que es marginal a la infancia.
La lingüística estructural distingue dos procedimientos enunciativos opuestos: historia y discurso (relato y comentario). Uno de los efectos de esta distinción es una enunciación objetiva para el relato y una subjetiva para el comentario.
El relato es la forma de legitimación del saber tradicional.
En la sociedad y la cultura contemporáneas, sociedad postindustrial, cultura posmoderna, la legitimación del saber se plantea en otros términos. Resulta obvio que uno de los dispositivos mas potentes de legitimación del saber en la actualidad es el discurso de los medios masivos.
Uno de los rasgos característicos de la cultura mediática posmoderna es la explosión del comentario con una vía privilegiada de circulación, que es la entrevista. La forma de relato se extingue, habitamos el universo del comentario o, más precisamente, el reino de la opinión.
CAP 3. Las operaciones del discurso mediático
Lo que semantiza el discurso massmediático en la nominalización “crisis de la infancia” es un desacople entre lo que los niños efectivamente son y lo que se supone que deberían ser como miembros de la clase infancia. Tal desacople será tratado como un síntoma del discurso. Quizá convenga recordar que el discurso, en este trabajo, designa el conjunto de prácticas comunicativas, comerciales, y técnicas que funcionan como condiciones de producción de los medios masivos. Tales prácticas instituyen unas condiciones de recepción específicas del discurso. Para entrar en ese universo del discurso, los sujetos están obligados a realizar una serie de operaciones. Esas operaciones producen un tipo de subjetividad específica: la del espectador o consumidor.
Nuestra tesis sostiene que las prácticas dominantes actuales, el consumo y la comunicación, no detentan la diferencia moderna entre el mundo infantil y el mundo adulto.
En relación con estas prácticas, hay dos figuras que detentan la subjetividad actual del niño: la del consumidor y la del sujeto de derechos. La diferencia moderna entre el padre y el hijo, producida por el discurso cívico, queda abolida en el discurso mediático bajo una figura equivalente para ambos: la del consumidor.
Nuestra tesis liga el agotamiento de la infancia a la pérdida de eficacia de sus instituciones de asistencia.
El discurso massmediático interviene allí donde la interpelación de las instituciones de la infancia fracasa.
La intervención de los medios ¿cumple una función restauradora de los lazos disueltos entre la familia y sus instituciones de asistencia o, por el contrario, es la causa de la disolución? La intervención de los medios se presenta a sí misma como restauradora, pero en los hechos resulta disolvente de aquello que intenta reparar. La enunciación mediática no es congruente con la enunciación de los discursos que instituyeron la familia.
El procedimiento de cita es el recurso mediante el cual se reúnen los distintos puntos de vista para lograr el consenso. Aunque procedan de distintas áreas, los especialitas van a coincidir en un lugar en común del discurso.
El discurso massmediático tiene esa capacidad de constituir consenso.
Nuestra cultura mediática posee un dispositivo de enunciación privilegiado: la mesa redonda.
La figura de la mesa redonda es una estructura recurrente en las notas o en los programas que abordan la crisis de la infancia, los cambios en los niños, los cambios en la familia. En ella se reúnen los portavoces de los viejos discursos que instituyeron a la infancia a través de la educación de la familia.
Hoy la función educativa de la familia, sin los medios, es inviable.
Desde las perspectiva discursiva. Los personajes convocados para opinar sobre la infancia son estrictamente eso: portavoces del discurso mediático. Ellos no cuentan como personas, ni como individuos, ni como divulgadores de un saber legitimado en algún campo de la ciencia. Sus opiniones son enunciados del dispositivo mediático: han perdido su estatuto de voz el ingresar al dispositivo.
Ya no es el médico ni la asistente social quienes ingresan al hogar familiar, sino los medios. Son los medios las institución que interpela hoy realmente a la familia, y no sus instituciones tradicionalmente de asistencia.
El testimonio hace más verosímil la opinión y, a su vez, la opinión legitima el testimonio como tal.
El desplazamiento mencionado está indicando la desaparición práctica de la familia nuclear burguesa y, en consecuencia, de la infancia. La familia no es, como en otros tiempos, la célula básica de la sociedad.
La transferencia de saber se desplazo hacia el dispositivo mediático.
CAP 4. Estatuto actual de la infancia
Históricamente, la infancia puede considerarse como el conjunto consistente de las intervenciones institucionales sobre los niños y la familia. Estas intervenciones trazan a su vez la distinción interior/exterior del universo de la infancia. En efecto, imaginariamente, el borde exterior de la infancia se constituye como la figura negativa de una supuesta normalidad. Se tendrá entonces una infancia anormal, irregular, o inadaptada.
La institución se organiza entonces según dos términos complementarios: una infancia protegida, que se sujeta a la norma y a las reglas, y una infancia vigilada que se presenta como peligrosa. Y aquí hay un doble juego. Por un lado, las instituciones trazan esas diferencias de modo practico, pero, a su vez, la existencia de esos limites es indispensable para legitimar la intervención practica sobre la niñez: educar, controlar, asistir, prevenir, tutelar, etc.
Por otra parte, el vinculo infancia-familia, se sostuvo históricamente durante la modernidad a través de las prácticas ejercidas bajo el amparo del aparato estatal. En nuestros días, ese vinculo histórico entre instituciones de la infancia y aparto estatal asiste a su disolución práctica.
Esto es así, debido a la transformación del Estado-nación en Estado técnico-administrativo que deja en el aire a las instituciones de asistencia. Tales instituciones, que tradicionalmente funcionan como un dispositivo más de la lógica estatal, se vuelven prácticamente ineficaces, pierden la justificación política y el amparo institucional que el Estado les otorgó tradicionalmente.
Sin duda, el destino de la niñez depende del destino de sus instituciones, pero la pregunta es: ¿el destino de sus instituciones está fatalmente determinado por su origen estatal? Si es así, la única salida del problema es una posición política que se manifiesta restauradora.
El haberse encontrado en sus orígenes cobijada por el Estado les impide pensar un funcionamiento político por fuera del dispositivo estatal.
Se pueden distinguir tres posiciones actuales que sumen hoy las instituciones de la infancia frente a sus crisis:
  1. Renegación: se caracteriza por no admitir la existencia del problema, por lo tanto, no le cabe la posibilidad de pensar algún procedimiento de intervención.
  2. Asimilación: si bien se admite la realidad del problema, los procedimientos destinados a intervenir sobre él son ineficaces, carece de consecuencias prácticas renovadoras.
  3. Producción: Ésta es la posición activa. Admite el enunciado problemático como novedad y es capaz de instrumentar procedimientos nuevos para tomar el real cuyo estatuto histórico ha cambiado.
La publicidad: La caída de las significaciones instituidas de la infancia, disueltas en la figura del niño como consumidor, se hace visible cuando se analiza el funcionamiento del consumo a través de la publicidad.
La publicidad de productos de consumo infantil puede tener como destinatario a los padres (adultos) o directamente a los niños. Pero, si la publicidad le habla al niño, ese aspecto enunciativo es de importancia decisiva, ya que, si el niño está postulado alocutariamente como consumidor, esa interpelación produce efectos culturales que interesan a nuestra hipótesis de la variación de la infancia. Desde luego, los efectos de esa interpelación tienen incidencia tanto en los adultos como en los niños.
Lo primero que se advierte es que la persuasión publicitaria sobre la conducta del niño hace caer uno de los modelos pedagógicos de la infancia: el del niño obediente. Queda claro que, como consumidores, el niño puede, y debe, disputar un lugar de igual a igual con los padres, al menos ése es el ideal que persigue la publicidad, el de un niño que no deja que resuelvan las cosas por él.
Otro aspecto interesante de la figura del niño como consumidor se deja ver en una variación de la estrategia comunicativa de la publicidad para niños. Se pasa de una publicidad representativa a una publicidad marketinera. En la publicidad de juguetes de los ochenta, por ejemplo, muestra al niño en situación de juego con el producto. En la publicidad de los noventa, en cambio, el producto se ha autonomizado: aparece despojado del niño y de la situación de juego.
El niño ha devenido consumidor. Eso significa que como destinatario maneja a la perfección los códigos publicitarios, ninguna función pedagógica de la publicidad es necesaria, ni siquiera argumento de venta.
Padres e hijos en el paraíso del consumo: La consagrada serie Los Simpson muestra de modo elocuente la transformación de la relación tradicional entre padre e hijo como efecto de las prácticas de consumo. En primer lugar, el sitio tradicional del padre aparcare prácticamente cuestionado como lugar tradicional de saber y poder asignado por la modernidad. A su vez, Homero resulta con frecuencia burlado por Bart, su hijo. Con Bart lo une una relación cuyo rasgo más saliente es la rivalidad, compiten por obtener premios que son, en apariencia, objetos infantiles, pero que, bien mirados, son los objetos clásicos de consumo: gaseosas, comida chatarra, horas TV, etc.
Ese universo de significaciones del objeto destituye la distinción moderna mundo adulto/mundo niño que generaba a su vez objetos distintos para niños y adultos. En ese universo no existen cosas de grandes, y por ende, tampoco cosas de chicos.
Queda claro que la responsabilidad histórica de separa el mundo de los adultos del de los niños funciono como garantía simbólica de la infancia. Es mas, fue esa separación la que lo creo. Pero lo propio de la situación que estamos analizando es que esa separación, ese limite fundante, asiste a una especie de borramiento que se presenta de manera sintomática en el discurso mediático.
La institución se agota porque las prácticas del mercado tocan al niño como consumidor. El consumo no instituye prácticamente la división entre adultos y niños porque no las necesita. Instituye otras, pero esas otras no produce infancia.
Sin núcleo familiar burgués y sin aparato escolar, la producción de la infancia es prácticamente imposible.
CAP 5. El niño como sujeto de derechos
Ya vimos que la figura del niño como consumidor produce la destitución práctica de la infancia. Existe otra figura actual del niño que produce las mismas consecuencias: la figura del niño como sujeto de derechos.
El ideal mediático de juventud hace caer a la infancia: La infancia tiene sentido cuando la vida el hombre es un devenir reglado hacia etapas mas complejas. Pero cuando la juventud se presenta como único ideal, el sentido de las etapas de la vida desaparece.
Ser joven es el ideal dominante de una cultura globalizada, ser joven es uno de los significantes privilegiados del éxito. No se puede estar en la cultura de la imagen si no se tiene imagen joven.
Del ciudadano al sujeto de la imagen: Lo que nuestra época registra es una variación, o agotamiento, de la distinción entre lo publico y lo privado: el funcionamiento de la cultura de la imagen puede prescindir ya de esa dicotomía porque se ha instaurado otra: la distinción entre el mundo de la imagen y el mundo por fuera de la imagen, famosos y ignotos.
La desaparición de la antigua delimitación publico/privado obviamente impacta a la familia y en consecuencia a la propia infancia. Ya no tenemos a la familia nuclear burguesa, tampoco la intimidad del hogar como espacio privilegiado de retención de los niños.
La niñez y sus tópicas: La aparición de la tópica de la niñez como sujeto de derechos debe analizarse en relación con la caída del ideal de hombre futuro. Hay que establecer una correlación entre la sustitución de la tópica niño = hombre futuro/niño = sujeto de derechos, y la sustitución Estado nación/ Estado técnico-administrativo.
Si el niño es concebido como sujeto de derechos la idea de latencia propia de la edad infantil cae, el niño ya es, y la infancia se disculpe como edad de la espera.
El cambio discursivo que apuntamos debe ponerse en correlación con el cambio de ideales.
Caída y recuperación mediática del ideal de hombre futuro: Tradicionalmente, el ciudadano es la figura que representa el ideal del hombre futuro, la educación escolar de la infancia se justificó y orientó según ese ideal.El actual “buen ciudadano” no es el hombre del mañana.
Del manual escolar al fascículo por entregas del diario: El género del manual escolar excluye al niño de la escena enunciativa. El enunciador postula un alocutario que es un adulto, maestro o padre. La escena reproduce una situación en la que los adultos hablan de y sobre el niño. El noño no tiene voz.
En nuestros días existe otro género que se encarga de la circulación de los valores que hay que inculcar en la escuela
Ahora es el discurso mediáticos el que toma a su cargo la tarea de difusión de los valores educativos.
Las condiciones de producción y circulación discursiva propias de esas entregas construyen a su receptor (el noño) como consumidor. En el diario existen secciones y suplementos para toda la familia, la lógica del mercado no distingue edades, y si lo hace, es como una variable del consumo. La práctica del consumo no requiere la separación, indispensable en la constitución de la infancia, entre el mundo adulto y el mundo infantil. En ese sentido, las prácticas que producen al niño como consumidor serian un síntoma de la desaparición de la infancia, no de los niños.
Otro aspecto significativo es que, en relación con las prácticas de consumo y opinión, en niño es. Vimos que, en relación con la práctica cívica, el niño aun no es, por eso la escuela es formadora del niño. Esta diferencia entre el niño como actualidad, como ser, y el niño como espera, como no ser, marca otra vez el agotamiento sintomático de la infancia.
El niño como sujeto de derechos: Antes y durante el proceso, los padres se aliaban con el madres, con la autoridad, ahora se transformaron en una especie de delegados de sus hijos.
Algo cambió, se produjo un desplazamiento: los padres dejaron de representar la ley ante sus hijos para pasar a defenderlos de la amenaza de la ley. La vieja alianza de los padres con la autoridad escolar era un signo no solo para los hijos sino para la propia institución, habla de un estatuto imaginario de la familia y de la escuela, en el que ambas instituciones representan la autoridad y la lay para la infancia. La transformación del rol de los padres indica sintomáticamente el agitamiento de la infancia y, en consecuencia, hablaría también de un cambio de estatuto del niño y de los padres.
 Ciudadanos y consumidores: La idea moderna de la democracia como sistema político tiene un fundamento que es el ciudadano como sujeto de la conciencia. La práctica propia del ciudadano es el acto conciente y libre de elegir a sus propios representantes, acto de libertad que solo puede ser ejercido plenamente por quien ya es sujeto de derechos. Si los niños son los hombres del mañana, hoy no son sujetos de derechos.
En esa perspectiva, la educación escolar adquiere sentido como proteccion del niño y como inversión hacia el futuro. Se protege al débil, al que aun no es, para garantizar que adquiera la madurez moral y cívica que lo ha de convertir en un buen ciudadano.
La significación práctica actual de democracia tiene como fundamento otra subjetividad: el consumidor. Las prácticas propias de este nuevo individuo son el consumo y la opinión.
Se dijo que la figura del consumidor no distingue entre la subjetividad de adultos y niños. Practicas como el consumo y la opinión no son para un mañana, son prácticas actuales. Los niños ya son consumidores y opinadotes.
Se protege al que es menos, al que aun no es, pero el que ya es tiene derechos. Por consiguiente, hoy no se protege a los niños sino a los derechos de los niños. Este desplazamiento indica nada menos que la caída de la infancia.
CAP 6. Los Simpson o la caída del receptor infantil
El interés de Los Simpson, des la perspectiva semiológica, reside que postula un receptor ubicuo, es decir, las competencias de lectura que requiere la serie imponen un canon de lectura que excede con creces los hábitos de lectura infantil impuestos por la circulación tradicional de los dibujos animados.
Vamos a analizar los procedimientos discursivos de ese canon relectura como una operación mas de la disolución de la representación moderna de la infancia, esta vez, lo que cae del universo moderno de la niñez es la figura infantil construida como destinatario tradicional de dibujos animados.
Nuestra hipótesis sostiene que Los Simpson apela a competencias de lectura novedosas para el género, y, por lo tanto, las impone a sus receptores.
Se trata de dibujos, pero de dibujos que no son del todo para niños ni tampoco del todo para adultos.
Por consiguiente, estamos antes una operación bastante clara de borradura de la distinción tradicional entre mundo infantil y mundo adulto impuesta históricamente por los productos de la moderna cultura de masas.
Veamos entonces los procedimientos discursivos que le dan cuerpo a ese raro lector.
En primer lugar, la intertextualidad. Como se sabe, la operaciones básica de la intertextualidad es la pues en dialogo de, por lo menos, dos textos.  La alusión del texto citado es solo legible para un lector competente, capaz de leer en la cita la transmutación del otro texto.
Se suele decir que uno de los placeres de la lectura es el provocado por la legibilidad del intertexto. Esta operaciones de lectura construye por lo menos dos tipos de lectores: el que lee las pistas del texto y el que no.
En relaciones con los aspectos narrativos, menciono dos: el carácter no lineal de la narración y la proliferación de las rupturas temporales, asociada al primero. El procedimiento narrativo básico de Los Simpson es el de una historia contada en por lo menos paralelo con otra. Ese mecanismo narrativo de paso a una complejidad textual ausente en los relatos infantiles clásicos y que, por supuesto, demanda mayor esfuerzo interpretativo que el relato lineal.
Partimos ahora de la noción de polifonía. Nombramos así las relaciones entre distintas voces en un texto. La relación entre las voces (los discursos) plantea en Los Simpson la problemática del estatuto de saber, de la verdad y de la autoridad, enunciada siempre en tono humorístico. La historieta hace hablar a una multiplicidad de discursos por boca de los personajes: la ética protestante, el consumo, el feminismo, la autoayuda, el discurso del capitalista, etc., son los más frecuentes. Cada situación dramática hace hablar a las distintas instituciones.
No hay cierre ideológico del sentido, es decir, ningún discurso posee a priori el saber sobre la situación.
Esta resistencia a constituir a los personajes héroes pone otra vez de manifiesto la distancia de Los Simpson con las convenciones de los géneros infantiles tradicionales.

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