sábado, 22 de octubre de 2011

Resumen de “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”


El hombre se despoja todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto su piel, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos corporales, al irse a dormir ejecuta un desvestido análogo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisiciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproximación extraordinaria a aquella situación que fue el punto de partida de su desarrollo vital. El dormir es, en lo somático, una reactivación de la permanencia en el seno materno, y cumple las condiciones de estado de paz, de calidez y de apartamiento de los estímulos; y aun muchos hombres vuelven a adoptar, dormidos, la posición fetal. El estado psíquico del durmiente se caracteriza por un retiro casi total del mundo que lo rodea y por el cese de todo interés hacia él.
En los estados psiconeuróticos podemos distinguir las Regresiones temporales, en el cual podemos distinguir dos. El desarrollo de la Libido (en el estado del dormir, el hombre llega hasta la reproducción del narcisismo primitivo), y el Desarrollo del Yo (el hombre llega hasta la etapa de la satisfacción alucinatoria del deseo).
El sueño es absolutamente egoísta y la persona que en sus escenas desempeña el papel principal ha de discernirse siempre como la persona propia y esto se desprende de una forma comprensible del narcisismo del estado del dormir. Narcisismo y egoísmo coinciden, narcisismo quiere destacar que el egoísmo es también un fenómeno libidinoso o que el narcisismo puede definirse como el complemento libidinoso del egoísmo.
Un sueño es indicio de que ocurrió algo que quiso perturbar al dormir, y nos permite inteligir el modo en que pudo efectuarse la defensa contra esa perturbación. Al final el durmiente soñó y pudo seguir durmiendo; en lugar del reclamo interno que quería ocuparlo, sobrevino una vivencia externa cuyo reclamo fue tramitado. Ergo, un sueño es también una proyección, una exteriorización de un proceso interior.
Ahora bien, ¿de qué forma puede darse el caso de que el propósito de dormir sufra una perturbación? Esto puede partir de una excitación interior o de un estímulo exterior. Podemos considerar primero la perturbación desde el interior, menos trasparente y más interesante; la experiencia nos presenta como excitadores del sueño a restos diurnos, investiduras de pensamiento que no obedecieron al quite de las investiduras y a pesar de esto conservaron un cierto grado de interés libidinoso. Entonces el narcisismo del dormir permite el ingreso a una excepción y con esta inicia la formación del sueño. En el análisis tomamos conocimientos de estos restos diurnos como pensamientos oníricos latentes y es preciso considerarlos como representaciones preconcientes, integrantes del sistema Pre-conciente. Si ciertos «restos diurnos» permanecieron investidos, es difícil suponer que por la noche consigan energía suficiente para imponerse a consideración de la conciencia, mas bien nos inclinamos a creer que la investidura que retuvieron es mucho mas débil que la poseyeron durante el día. Esos restos diurnos tienen que recibir un refuerzo desde las fuentes de las mociones pulsionales inconcientes si es que van a hacer el papel de formadores de un sueño y esto nos lleva a creer que, mientras se duerme, la censura entre Pre- conciente e Inconsciente está muy aminorada y por lo tanto el comercio  entre estos dos sistemas está mas accesible y facilitado.
Pero hay otra observación que no corresponde callarse. Si el estado narcisista del dormir ha tenido por consecuencia que se recogieran todas las investiduras de los sistemas Inconsciente y Pre-conciente, entonces no es posible que los restos diurnos preconcientes reciban un refuerzo desde unas mociones pulsionales inconcientes que también entregaron al Yo sus investiduras.
El sector reprimido del sistema Inconsciente no obedece al deseo de dormir que parte del Yo, retiene en todo o en parte su investidura y, en general, a consecuencia de la represión se ha negociado cierto grado de independencia respecto del Yo. El deseo de dormir procura recoger todas las investiduras expuestas por el Yo y establecer un narcisismo imperioso. Lo logra sólo en parte, ya que lo reprimido del sistema Inconsciente no obedece al deseo de dormir. Por eso debe conservarse también una parte de las contra investiduras, así como mantenerse la censura entre Inconsciente y Pre-conciente, aunque no en toda su fuerza. Hasta donde alcanza el imperio del Yo, todos los sistemas son vaciados de investiduras. Cuanto más fuertes son las investiduras pulsionales inconsciente, más delicado es el dormir. Conocemos también el caso extremo en que el yo resigna el deseo de dormir porque se siente incapaz de inhibir las mociones reprimidas que se liberan en ese estado; en otras palabras: renuncia a dormir porque teme a sus sueños.
            Algunos de los pensamientos diurnos preconcientes se muestran resistentes y retienen una parte de su investidura. La resistencia de los restos diurnos puede reconducirse a un enlace con mociones inconcientes, que ya existía en la vida de vigilia, o las cosas son un poco menos simples y los restos diurnos no del todo vaciados se ponen en vinculación con lo reprimido sólo en el estado del dormir, merced a la facilitada comunicación entre Pre-conciente e Inconsciente. En ambos casos resulta el mismo avance decisivo para la formación del sueño: Se forma el deseo onírico pre-conciente que da expresión a la moción inconciente dentro del material de los restos diurnos preconcientes. A este deseo onírico deberíamos distinguirlo tajantemente de los
restos diurnos; no es preciso que haya estado presente en la vida de vigilia.
            Tampoco es admitido confundir el deseo onírico con las mociones de deseo que posiblemente, aunque no de manera necesaria, se encontraban entre los pensamientos oníricos (latentes) pre-concientes. Pero si tales deseos preconcientes existieron, el deseo onírico se les asocia como el refuerzo más eficaz.
Ahora nos interesan los ulteriores destinos de esta moción de deseo que se ha formado en el Pre-conciente como un deseo onírico (una fantasía que cumple un deseo) y que, en su ser, sustituye un reclamo pulsional inconciente. La reflexión nos dice que podría tramitarse por tres caminos diversos: por el que sería normal en la vida de vigilia, que parte del Pre-conciente y esfuerza por abrirse paso en la conciencia; por el de procurarse una descarga motriz directa esquivando la Conciencia; o por ese otro imprevisto camino que la observación nos hace rastrear en la realidad. En el primer caso se convertiría en una idea delirante cuyo contenido es el cumplimiento del deseo, pero esto nunca acontece en el estado del dormir, el segundo caso, la descarga motriz directa, debería excluirse por el mismo principio por que normalmente el acceso a la motilidad está situado mas allá de la censura de la conciencia, aunque por excepción se los observa como Sonambulismo.
            El proceso forjado dentro del Pre-conciente y reforzado por el Inconsciente toma un camino regresivo a través del Inconsciente hasta llegar a la percepción, que se impone a la conciencia. Esta regresión es la tercera fase de la formación del sueño. Refuerzo de los restos diurnos pre-conciente por el Inconsciente, producción del deseo onírico. A una regresión así la llamamos tópica.
             Los pensamientos se trasponen en imágenes -predominantemente visuales-, y por tanto las representaciones-palabra son reconducidas a las representaciones-cosa que les corresponden; en el conjunto es como si un esmero por la figurabilidad rigiese todo el proceso.
Después de efectuada la regresión, dentro del sistema Inconsciente quedan pendientes una serie de investiduras, investiduras de recuerdos-cosa, sobre los cuales actúa el proceso psíquico primario hasta que por su condensación y por el desplazamiento recíproco de las investiduras acaba por formar el contenido manifiesto del sueño. Sólo cuando las representaciones-palabra incluidas entre los restos diurnos son restos actuales, frescos, de percepciones, y no expresión de un pensamiento, reciben el mismo tratamiento que las representaciones-cosa y son sometidas como tales a las influencias de la condensación y el desplazamiento. Por lo tanto, las palabras y dichos del contenido del sueño no son creaciones nuevas, sino que están calcadas de dichos del día del sueño.
            El sueño conoce una regresión tópica y está expedito el comercio entre investiduras de palabra (pre-conciente) e investiduras de cosa (inconsciente).
            Tan pronto como la interpretación indaga el circuito del trabajo onírico, sigue los caminos que llevan desde los pensamientos latentes hasta los elementos del sueño, descubre el modo en que se sacó partido de las ambigüedades de las palabras y pone de manifiesto las palabras-puentes entre los diversos círculos de materiales, trasmite la impresión de algo chistoso, esquizofrénico, etc, y así nos hace olvidar que todas las operaciones con palabras no son en el sueño sino otros tantos preparativos para la regresión a cosa.
            El proceso onírico finaliza cuando el contenido de pensamiento que se mudó en sentido regresivo y se retrabajó como fantasía de deseo deviene conciente en calidad de percepción sensorial, con lo cual experimenta la elaboración secundaria a que es sometido todo contenido perceptivo. Decimos que el deseo onírico es alucinado y, en cuanto alucinación, recibe la creencia en la realidad de su cumplimiento. Y justamente con esta pieza que remata la formación del sueño se vinculan las incertidumbres más graves, para cuya aclaración compararemos al sueño con estados patológicos que le son afines.
La formación de la fantasía de deseo y su marcha regresiva hasta la alucinación son las piezas más importantes del trabajo del sueño.
            Tengamos en claro que la psicosis alucinatoria de deseo -en el sueño o donde sea- consuma dos operaciones en modo alguno compatibles. No sólo trae a la conciencia deseos ocultos o reprimidos, sino que los figura, con creencia plena, como cumplidos.
            Toda vez que un pensamiento ha encontrado el camino de la regresión hasta las huellas mnémicas inconcientes de objeto, y de ahí hasta la percepción, admitimos su percepción como real. Por tanto, la alucinación conlleva la creencia en la realidad. La regresión desde los pensamientos oníricos Pre-concientes hasta las imágenes mnémicas de cosa es, visiblemente, la consecuencia de la atracción que estos representantes de pulsión inconscientes.
            Muy bien imaginaríamos que el trabajo del sueño avanzase hasta imágenes mnémicas tales que se nos hiciesen concientes las que hasta entonces fueron inconcientes, reflejándonos así una fantasía de deseo que nos provocaría una sensación de nostalgia pero no reconoceríamos como el cumplimiento real del deseo. Por tanto, la alucinación tiene que ser algo más que la reanimación regresiva de las imágenes mnémicas en sí inconscientes.
            Tengamos en cuenta, además, que es de gran importancia práctica distinguir percepciones de representaciones, por grande que sea la intensidad con que estas últimas se recuerden. Toda nuestra vinculación con el mundo exterior, con la realidad, depende de esta capacidad, ya que muy temprano resignamos la satisfacción alucinatoria de deseo e instauramos una suerte de examen de realidad, llevado a cabo por el Sistema Conciente.
            La alucinación consiste en una investidura del sistema Conciente, que, sin embargo, no viene desde afuera, como en el caso normal, sino desde adentro, y que tiene por condición que la regresión avance hasta el punto de excitar aun a este sistema y así pueda saltarse el examen de realidad.
            El estado del dormir no quiere saber nada del mundo exterior, no se interesa por la realidad o lo hace sólo en la medida en que entra en juego el abandono del estado del dormir, el despertar. Por tanto, quita también la investidura al sistema Conciente, así como a los otros sistemas, el Pre-conciente y el Inconsciente, en la medida en que las posiciones presentes en ellos acaten el deseo de dormir. Con esta «condición de no investidura»  que adquiere el sistema Conciente se imposibilita el examen de realidad, y las excitaciones que, independientemente del estado del dormir, han emprendido el camino de la regresión lo encontrarán expedito hasta el sistema Conciente, en el interior del cual se las tendrá por una realidad indiscutida.

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